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«AEBU jugó un papel clave para que los sindicatos tuvieran una esperanza»

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«AEBU jugó un papel clave para que los sindicatos tuvieran una esperanza»

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Ante numerosos legisladores, dirigentes y militantes sindicales fue descubierta este mediodía una placa donada por el Senado de la República, recordatoria del 1 de mayo de 1983. 

Este hito ciudadano —que reconoce la importancia de la acción sindical en la recuperación de la democracia— fue colocado en la Plaza Mártires de Chicago durante un acto en el que hizo uso de la palabra el presidente del PIT-CNT Fernando Pereira.

El dirigente se refirió de manera extensa a la actuación de AEBU durante la resistencia a la dictadura, y al hecho de que sus puertas estuvieron siempre abiertas para el trabajo de los dirigentes de otros sindicatos. También destacó las figuras de Eduardo Lalo Fernández y de Juan Pedro Ciganda, este último orador en aquel acto hoy recordado.
 

La que sigue es una transcripción parcial del discurso de Fernando Pereira:

«Agradezco a los senadores en particular, por haber resuelto la colocación de la placa recordatoria y en general al Parlamento todo. No sé si todos los días valoramos la fortaleza de la fe democrática. No sé si todos los días pensamos en que la defensa democrática es una tarea cotidiana, diaria, de paciencia, de diálogo, de tolerancia. 

Nos sentimos muy emocionados. Nosotros estuvimos en ese acto y sentimos una emoción increíble. Esto lo he conversado con Richard, con Lalo Fernández y alguna vez con Juan Pedro Ciganda y no es que ese acto fue espontáneo. Cada tanto olvidamos que AEBU estuvo abierto durante toda la dictadura y que esa institución —AEBU— jugó un papel clave para que los sindicatos tuvieran una esperanza de luz; gente que iba a hacer deportes y de repente no hacía nada, pero conversaba con el compañero de al lado… Nunca hubo tantos campeonatos de fútbol entre trabajadores, organizados muchos de ellos por AEBU y otros sindicatos, y Juan Pedro entonces jugó un papel para mi gusto clave. 

El aporte de AEBU continuó con «el desexilio de los niños, que para la época tuvo un impacto brutal y esa convocatoria a un acto que siempre evoca Lalo. Había venido un dirigente sindical argentino de cuyo nombre no puedo acordarme de apellido D’Angelo, y le pregunta a Lalo: ¿Ustedes cuántas personas esperan tener en este acto? Y Lalo le contesta muy optimista: ‘Entre cuatro y cinco mil sería un gran acto’. Y entonces empiezan a llegar columnas de aquí, de allá y de acullá y eran —pienso yo— bastante más de 100 000.

El argentino le decía a Lalo ‘me recontra embromaste’. No, le contestó, los organizadores pensábamos que iba a haber como máximo cinco o seis mil. Es que la historia se encarga de borrar algunas cosas. Nosotros pensamos que ese día —el 1 de mayo de 1983, y de ahí para adelante— no existiría represión en Uruguay, pero de ahí para adelante murió Roslik, de ahí para adelante llevaron presos a una cantidad de jóvenes comunistas, de ahí para adelante hacían redadas y  colocaban a los jóvenes militantes de los partidos políticos dentro de las comisarías y les pegaban a morir. Eso fue durante todo un año. Esa parte de la historia, por alguna razón que desconozco, la hemos borrado de nuestra mente.

Es como si a partir de ese 1 de mayo todos nuestros miedos hubieran desaparecido. Pero no; estábamos muertos de miedo. Salíamos y veníamos porque había que combatir a la dictadura y lo hacíamos desde todos los partidos políticos, y no preguntábamos qué partido votaba el otro, ni qué iban a hacer.

Teníamos claro que había que defender el trabajo, el salario, la libertad y luchar para que los presos políticos salieran de la cárcel. Esa fue una bandera que levantaron en sus discursos nuestros compañeros Juan Pedro [Ciganda], Richard [Read], [Héctor] Secco, [Andrés] Toriani y Carlitos Pereira, un entrañable compañero.

Cuando se festeje el 1 de mayo el año que viene nos vamos a encargar de elogiar al Parlamento porque se reconoció a una generación muy valiosa, que no es una generación de militantes frenteamplistas —perdónenme— es una generación de militantes blancos, colorados, frenteamplistas, independientes que no tenían partido, pero que sabían que tenían que defender el modelo democrático. Y fue una generación que construyó tolerancia.

La democracia uruguaya, del 85 para acá, fue más potente porque todos comprendimos el valor que tenía la democracia, el gran valor que tiene para los uruguayos una sociedad democrática. 

Homenajear hoy a esa generación creo que es un gran gesto, que todavía el PIT-CNT no lo ha tenido adecuadamente, porque nosotros también, en la dinámica permanente de estar resolviendo problemas, no siempre recordamos a los compañeros que hicieron cosas que parecían imposibles. Muchas veces dejamos en el olvido a compañeros que han jugado un papel fundamental. Y si algo cambió esta lógica en el PIT-CNT —quiero confesarlo— fue la generación del Instituto Cuesta Duarte, la generación de fundadores que un día nos agarraron a varios dirigentes y nos dijeron ‘no pueden pasar desapercibidos compañeros que fueron enormes desde el punto de vista del valor democrático y dejaron años de vida en la cárcel, en el exilio y pasan desapercibidos’».