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Nos dejó un irremplazable

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Nos dejó un irremplazable

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Enluta a nuestro país la muerte de Felipe Michelini fallecido ayer. Su historia familiar lo transformó en un abanderado de los derechos humanos, y lo condujo a tomar un camino militante que nunca abandonaría. 

Felipe fue coordinador del Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia, exsubsecretario y diputado. También fue miembro de la Comisión Administradora del Río de la Plata e integrante del Consejo de Dirección del Fondo Fiduciario de la Corte Penal Internacional en Beneficio de las Víctimas (FFBV), organismo del GRULAC.

A través de su comisión de Derechos Humanos, AEBU mantuvo una conexión permanente con el Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia que Felipe presidió y esta relación significó la continuidad de un hilo que unía a nuestro sindicato con los Michelini desde 1947.

En efecto Zelmar —su padre—, tras su ingreso al Banco Hipotecario (BHU) en aquella fecha, se transformó en un vigoroso sindicalista y AEBU lo designó su representante en la Comisión de Asesoramiento y Disciplina del banco estatal, organismo creado a partir de una idea original de aquel joven militante. Hoy, una placa colocada en el BHU recuerda su pasaje por la institución y da testimonio de su atroz asesinato. Solamente cuatro años trabajó en el Hipotecario. En 1951 renunció a su cargo llamado por una irresistible vocación política que lo llevó primero a la secretaría de Luis Batlle Berres y luego a la Cámara de Diputados en 1954. Este fue el inicio de una carrera que todos los uruguayos conocemos, tanto por el brillo de su personalidad como por los tintes trágicos de su final.

Vueltos a su hijo, nada mejor para recordar a Felipe Michelini que traer a esta nota sus palabras recientes en el homenaje ofrecido a Eduardo Bleier, con ocasión del velatorio de sus restos en octubre de 2019.

En su discurso dirigido al entonces presidente de la República, Tabaré Vázquez, allí presente, expresó: 

«Presidente, el 1 de marzo de 2005 anunciaba que se iba a excavar en los cuarteles, donde hubiera indicios de existencia de restos, para que estos dejaran de ser cementerios clandestinos.
Expresaba textualmente que quería saber "qué pasó con tantos ciudadanos, si están o no enterrados allí, y, si están, serán recuperados, identificados y entregados sus restos a los familiares. Si no están, tendremos que saber por qué no están y qué paso con ellos".

El cambio de la política sobre las graves y sistemáticas violaciones a los derechos humanos en el pasado reciente dio así un giro muy radical. La búsqueda debe ser una causa sagrada y tarea irrenunciable para dejar un legado de dignidad. Ese es el futuro que queremos y debemos construir. Nuestra democracia y Estado de derecho no pueden sustentarse en ocultamientos, cultura de la impunidad ni olvido. Por eso, es trascendente el trabajo de tantos, especialmente de la Asociación de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos. Continuar con la causa es el más sentido homenaje a Eduardo Bleier. ¡Viva la democracia uruguaya!»