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«El  mejor ejemplo de un edificio generoso»

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«El  mejor ejemplo de un edificio generoso»

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El exdecano de la Facultad de Arquitectura y actual director nacional de Vivienda Salvador Schelotto destacó la funcionalidad de la casa de AEBU, luego de 50 años de actividad.

«Me sorprende la juventud del edificio a pesar de su mucho trayecto. Se mantiene con mucha vigencia y funcionalidad», manifestó ayer en el programa La Trama de Radio Camacuá. 

En primer término el técnico consideró «interesantísimo saber que un gremio en aquel momento tomó una decisión tan importante, tan valiosa y que haya perdurado en el tiempo como la de levantar este edificio, con un proyecto espectacular y un equipo de arquitectos de primer nivel».

Destacó además el sitio elegido para erigirlo «próximo al lugar de la concentración del empleo de los trabajadores afiliados y también con una vigencia desde el punto de vista de lo que es la interacción entre lo nuevo y lo viejo». 

Sobre el hecho de introducir nuestra sede en un contexto de escaso valor arquitectónico señaló que esta es la cuestión «que hoy estamos discutiendo tanto en términos de patrimonio»: sobre «qué se conserva, qué se cambia y qué se sustituye». 

Se cambió y «probablemente nadie se acuerde de qué había acá antes». Y como prueba de una innovación exitosa sentenció: «Seguramente la enorme mayoría de los uruguayos tiene claro qué es lo que hay aquí, un edificio con una contundente presencia en el paisaje de la Rambla Sur, en el perfil de la Ciudad Vieja». Pero, con ser de una modernidad contundente, es también «contextualista», porque «toma los datos del entorno urbano inmediato y le devuelve más de lo que recibe».  

Ingresado al análisis constructivo señaló «los espacios intermedios, estas terrazas, estos volúmenes, cómo se proyecta hacia el sur, hacia la calle Camacuá, cómo se proyecta hacia el norte con esos patios que en algún momento fueron más permeables desde la ciudad, pero aún lo siguen siendo». Y también el hecho de «establecer un diálogo entre lo viejo y lo nuevo» y el hecho de que «sirve para más de lo que sería su funcionamiento interno que ya es en sí un valor muy importante».

Más allá de los aspectos arquitectónicos Schelotto destacó cómo se vivieron en este local tan versátil los años de la dictadura: «Aquí en los 70 pasaba de todo. Este era un centro de nucleamiento de grupos formales o informales, legales o no tanto, visibles o no tan visibles». 
El arquitecto indicó que el nuestro era y hoy sigue siendo «un edificio muy permeable. Tú podías entrar por una puerta y salir por otra». Ello permitía que en él funcionara «un sostén de redes y vínculos intergeneracionales, con gentes de diversas experiencias». Éstas, «tomando precauciones y cuidados, mantenían viva una llama no solamente vinculada a la experiencia del sindicato y del movimiento sindical uruguayo, sino también con toda una sensibilidad de la sociedad uruguaya que estuvo muy jaqueada en aquellos años. Por ello que este punto de la ciudad fue un epicentro, mantuvo esta calidad hasta mucho después de la transición democrática y lo sigue siendo hoy». 

Y para el final dejamos un piropo: «Este probablemente sea el mejor ejemplo de un edificio generoso. No vive hacia adentro, sino que tiene un buen intercambio para afuera. Es una manera de presentarse a la sociedad», concluyó. 


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