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La violencia vista de frente

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La violencia vista de frente

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Se reunió hoy en AEBU la mesa de reflexión «Violencia y propiedad», dos temas que nos interpelan como individuos y como sindicato.

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La amplitud de la propuesta de la Comisión de Género, Equidad y Diversidad de AEBU justificó la convocatoria de participantes provenientes de diversos ámbitos. Cada uno desde su ángulo ayudó a conformar un sólido mosaico de opiniones.

Durante la presentación del panel, Milagro Pau —secretaria de Género, Equidad y Diversidad del PIT-CNT y presidenta de la comisión homónima de AEBU— fundamentó la razón de la convocatoria en el hecho de que «la violencia sirve al modelo capitalista». Y destacó enseguida algo que claramente no le sirve al modelo neoliberal: una reflexión como la de hoy en Sala Camacuá.

Mujeres invisibles

La historiadora y escritora Graciela Sapriza analizó varios aspectos de la violencia reinante hoy en nuestra sociedad, básicamente desde un abordaje de género. Entre ellos se detuvo en la figura del violador, «emisor de un mensaje vertical hacia su víctima y otro horizontal hacia sus congéneres» con quienes comparte una cultura machista. En esta cultura «la masculinidad tiene que ser cada tanto reconfirmada», dijo.

En otro enfoque cultural expresó que existe «una invisibilidad de la mujer a lo largo de la historia», hecho que puede verse como una forma de violencia silenciosa. Como ejemplo citó que, a la salida de la dictadura, las expresidiarias «no fueron invitadas a una conferencia y no tuvieron una carrera política, a diferencia de los hombres».                                                                                                             

«Violentados desde el vientre de la madre»

Fundador y sostén de la obra Tacurú, el padre Mateo Méndez habló desde su experiencia de décadas al frente de esa organización y se refirió a los destinatarios de sus esfuerzos: «Trabajamos con una población violentada, no violenta. Violentada desde el vientre de la madre». A estos jóvenes se les llega desde el cariño —expresó— porque tienen «hambre de afectos», pero para trabajar con ellos y superar las secuelas de sus sufrimientos anteriores «se necesita paciencia». (La misma paciencia que se adivina al escuchar su hablar pausado).

Sobre las políticas sociales destinadas a la población carenciada estimó: «Se avanza, pero hay que tener en cuenta también que es difícil llegar al caracú». Para llegar más rápido a un objetivo igualador, entendió que «hay una parte de la población ocupada y otra preocupada. Me gustaría que fueran más los ocupados».

La droga no es la causa

El sacerdote presentó luego a John Díaz, impulsor del proyecto Minga, en Las Piedras. Se trata de un joven que, con el apoyo de la obra Tacurú, remontó la cuesta difícil de su extracción social y pasó a reproducir el trabajo que le permitió ocupar un lugar en el mundo. Hace ocho años que encabeza el proyecto Minga con jóvenes que «están a un paso de la delincuencia». Díaz negó que la droga esté «detrás de la delincuencia», como generalmente se afirma. Por el contrario, «la droga es el último de los problemas. El que cae en la delincuencia viene porque ya no tiene ninguna posibilidad». Por ello «hay que pensar desde ahí y con ellos. Allí está la solución», sentenció.

«Analfabetos afectivos»

«No sé por qué se espera algo de un niño que vive con 10 personas en una habitación de cuatro por cuatro y no puede ir a la escuela por el barro cuando llueve», expresó Fernando Pereira, presidente del PIT-CNT. «Los pobres de los años 60 creían que podían salir de pobres, los de ahora no creen que puedan hacerlo».

Sin poner en duda el descenso en las mediciones de la pobreza, Pereira sostuvo que ellas no son una medición de la felicidad. De inmediato llamó a responsabilidad a los sindicatos para que pongan lo suyo, porque «hay gente que está dispuesta a cooperar, pero no a tenerlos al lado» para facilitarles un primer empleo. Luego se impuso el deber de «hacer entender a nuestros afiliados que esa es nuestra tarea, porque a veces se objeta la ayuda que le damos a otros. Cuidamos el cuerpo y descuidamos el alma. Somos analfabetos afectivos, pero no nos sentimos así». Luego mencionó un debe del Estado: «Así como la sociedad protege institucionalmente a los ancianos a través de la seguridad social, no hace lo mismo con los niños desvalidos».

Salimos todos juntos o no salimos

Un récord de 30 000 denuncias sobre violencia doméstica se registró en 2017 y se han producido 20 femicidios en lo transcurrido de 2018. Estos números fueron puestos sobre la mesa por la doctora Patricia Lanzani, directora de la Unidad de Género de la Fiscalía General de la Nación como un ejemplo de la violencia social que enfrenta nuestro país.

Enfocada en los jóvenes y desde su lugar en la fiscalía, expresó que ellos «cuando llegan a la Justicia es porque ha fracasado todo lo demás». Se manifestó luego pesimista sobre su futuro, porque «la cárcel no los va a rehabilitar». No es este un problema aislado de la Justicia y el sistema carcelario. Para ella, de esto «no se sale sino todos juntos».