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Cuando el pueblo para la olla

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Cuando el pueblo para la olla

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Un estudio de la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar, Extensión Universitaria y AEBU mostró la enorme dimensión del fenómeno de las ollas populares en el Uruguay.

En diciembre de 2020 publicamos el estudio «Ollas y merenderos populares en Uruguay -Tramas para sostener la vida frente a la pandemia». En su elaboración participaron docentes e investigadores de la Universidad de la República, ocho estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales y tres integrantes de la Comisión Técnica Asesora (CTA) de AEBU. La tercera parte de este trabajo, titulada «Ollas y merenderos populares en Uruguay 2020. Estimaciones económicas sobre el fenómeno» estuvo a cargo de los integrantes de nuestra CTA, economistas Soledad Giudice, Natalia Otero y Aníbal Peluffo. Este trabajo también contó con el apoyo de FESUR.

Ahora el mismo colectivo presenta un informe complementario sobre las estimaciones económicas de este fenómeno que abarca un número no menor a las 700 ollas y merenderos populares. Esta cifra surge de un registro efectuado en los principales centros poblados del país, pero no incluye a iniciativas de este tipo desplegadas fuera de las capitales departamentales.

Si el número de ollas y merenderos es de por sí importante, las cifras del volumen alcanzado por esta ayuda solidaria habla a las claras de la generosidad de nuestra población. En los dos meses de mayor actividad (abril y mayo de 2020) las ollas populares prepararon casi tres millones de platos de comida. Si consideramos el periodo que va desde la segunda mitad de marzo hasta finales de julio (cuatro meses y medio), el dato asciende a casi seis millones de porciones servidas. En la tercera semana de abril, las ollas populares alcanzaron su pico máximo, con 55 mil porciones diarias. 

A estos números debe sumarse los de los merenderos populares. Desde mediados de marzo hasta finales de julio, ellos sirvieron un poco más de dos millones de porciones. Su pico máximo se registró en la última semana de abril, cuando brindaron 121.400 porciones de comida solo en esa semana. 

El informe toma como base al valor estimado por porción, y cuantifica el esfuerzo económico de las iniciativas para el total del periodo, en una suma aproximada a los $ 353 millones. Esta cifra se compone por $ 304 millones correspondientes a porciones de ollas populares y $ 49 millones a porciones de merenderos. Entre abril y mayo —los meses en que mayor cantidad de personas se alimentaron de las ollas y merenderos populares— se estima que el valor de las porciones ascendió a $ 174,5 millones. 

Respecto de las iniciativas que dieron lugar a las acciones solidarias, la investigación ubicó en primer término a las experiencias de tipo vecinal y las calificó como «las principales en todo el país». Ellas representan el 43 % de las ollas y merenderos encuestados, y al menos un cuarto de los impulsores de estas experiencias se conocía previamente de comisiones de fomento vecinales. Otros tipos de emprendimiento según el grupo organizador fueron: 15 % familiares, 11 % de clubes deportivos o sociales, 7 % de merenderos u ollas históricas, y 6 % del movimiento sindical, entre otros actores. 

Y así como el número de ollas y merenderos es muy elevado, también lo es el de quienes las sostuvieron y aún las gestionan: «Del total de las experiencias, se calcula que 6100 personas han estado sosteniendo semanalmente las ollas y merenderos en el periodo estudiado. Se estimó que entre el 15 de marzo y el 31 de julio, se destinaron aproximadamente 1,7 millones de horas de trabajo en ollas populares y merenderos. Si se considera una dedicación de 40 horas semanales, el esfuerzo realizado implicó el trabajo no remunerado de aproximadamente 800 personas durante un año entero. De las horas totales calculadas de trabajo no remunerado, el 58 % fue realizado por mujeres. La dimensión económica del trabajo no remunerado destinado a ollas populares en el periodo estimada es de $ 149 millones y el de los merenderos es de $ 39 millones». 

El informe se ocupa luego de analizar los principales donantes mencionados por los responsables de las ollas y merenderos, y en este aspecto se destaca una generalizada presencia de lo vecinal como origen de lo donado en el 80 % de las ollas —una constatación señalada por Soledad Giudice a Portal AEBU— porque «refuerza la relevancia de la trama comunitaria». Los siguientes dos actores de importancia en esta materia también tienen vínculos cercanos con lo vecinal. Se trata de comercios locales (54 %) y donantes particulares (47 %). En cuarto lugar, se encuentran los sindicatos, presentes como donantes en el 47 % de las ollas, agentes sociales que aparecen como el primer actor institucional mencionado como sostén cotidiano de los entramados solidarios con sus recursos. Incluido en este rubro encontramos a AEBU, con su olla de martes y jueves. 

Muchas veces cuando se manejan grandes números se suele perder la noción de lo que representan. Por ello, nada como las comparaciones para comprenderlos a cabalidad. El ejemplo tomado por Giudice es bien gráfico: «La estimación del esfuerzo colectivo económico total, considerando el valor de las porciones y el trabajo no remunerado de estas iniciativas fue del orden de los $ 540 millones en el mencionado lapso de cuatro meses y medio. Para ilustrar la magnitud del fenómeno, si comparamos lo que se destinó de gasto público adicional en transferencias directas a la población vulnerable por parte del Gobierno en el mismo periodo, el esfuerzo económico generado por las ollas y merenderos fue casi la mitad (46 %)». 

Sobre el impacto social de esta ayuda el informe también tiene algo para decir: «Cuando se observa la magnitud del incremento en los niveles de pobreza e indigencia (100.000 personas), y se tiene en cuenta el número de porciones servidas en las semanas más complicadas (un máximo de 72.350 en un día entre ollas y merenderos) es claro que una buena parte de las iniciativas solidarias atendieron, aunque sea parcialmente, las necesidades alimentarias de esa población». 

Finalmente, el informe complementario encuadra su análisis dentro de un marco mayor: «Las cifras de la FAO manejadas por la Escuela de Nutrición de la Universidad de la República, dan cuenta de que casi un 30 % de los uruguayos padeció inseguridad alimentaria en 2020. Estos números hablan de que, para asegurar los niveles de suficiencia necesarios para la alimentación de la población, hacen falta políticas integrales, más amplias y coordinadas por el sector público. De lo contrario la respuesta será parcial, posiblemente insuficiente y apoyada en el esfuerzo no remunerado de una parte de la población con una capacidad limitada de coordinación e infraestructura escasa».

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