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Cuando cayó la noche

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Cuando cayó la noche

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El 9 de febrero de 1973 los militares entraron en escena; el 27 de junio el entonces presidente de la República, Juan María Bordaberry, disolvía las cámaras en el inicio de lo que fue llamado «proceso cívico militar».

Para el martes 26 de junio de 1973 estaba convocado un Consejo de Ministros. Todo parecía «normal».  Sin embargo, ese día se reunía Bordaberry con los tres comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas. Fue un encuentro secreto durante el cual se dispusieron las primeras medidas de la dictadura, con Bordaberry como presidente nominal.

Al día siguiente —el 27 de junio— los militares tomaron las calles y entraron al Palacio Legislativo. Los trabajadores acudieron a las fábricas como lo hacían habitualmente, pero se quedaron en ellas ocupándolas. No fue una reacción espontánea sino la adopción de una medida dispuesta desde 1964 por la Convención Nacional de Trabajadores (CNT), basamento de nuestra actual PIT-CNT.

Con una percepción exacta de la espiral autoritaria en la que iba entrando el país, se resolvió entonces que, ante un golpe contra el sistema democrático y republicano, se declarara una huelga general contra la dictadura. Fue así que con una gran sincronía —entre las 6 y 7 de la mañana del 27 de junio de 1973— las fábricas fueron ocupadas y los dirigentes sindicales más conocidos pasaron a la clandestinidad. Por esos días los allanamientos intentados por los militares y la Policía resultaron infructuosos: los principales dirigentes estaban a buen resguardo.

Paralelamente la CNT reclamó el inmediato restablecimiento de las libertades públicas y los derechos constitucionales. La Universidad de la República y la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU) se sumaron de inmediato a esta exigencia.

Las multitudes salieron a las calles en manifestaciones relámpago y fueron duramente reprimidas. Los trabajadores públicos en paro fueron militarizados, la CNT fue ilegalizada y el Cilindro Municipal se transformó en una cárcel en la que se reunió a cientos de sindicalistas, estudiantes, periodistas e intelectuales previamente marcados.

Durante 15 días se extendió la huelga general, hasta que la proscrita dirección de la CNT decidió convocar a asambleas en las fábricas y plantas ocupadas para proponer el levantamiento de la medida, algo que ya no podía sostenerse. Había llegado la hora de reagruparse y nada mejor que retornar al trabajo para volver a tejer las líneas de la resistencia.

Luego vendría la histórica manifestación del 9 de julio de 1973, a las cinco en punto de la tarde, convocada por la CNT y la FEUU. Esa pueblada, disuelta por los ataques de los policías a caballo, volvía a aparecer unas cuadras más adelante por 18 de Julio, en un ejercicio de rebeldía heroico. Seguirían las pintadas y volanteadas y la respuesta policial a balazos que se llevó la vida del estudiante Walter Medina, la censura de la prensa, la oscuridad y la resistencia subterránea.

Comenzó entonces —y se extendió durante toda la duración de la dictadura— a aplicarse la estrategia resistente de AEBU. Así la destacó el presidente del PIT-CNT Fernando Pereira en noviembre de 2018, en el acto de colocación de una placa donada por el Senado de la República, recordatoria del 1 de mayo de 1983 en la Plaza Mártires de Chicago: «Cada tanto olvidamos que AEBU estuvo abierto durante toda la dictadura y que esa institución —AEBU— jugó un papel clave para que los sindicatos tuvieran una esperanza de luz; gente que iba a hacer deportes y de repente no hacía nada, pero conversaba con el compañero de al lado… Nunca hubo tantos campeonatos de fútbol entre trabajadores, organizados muchos de ellos por AEBU y otros sindicatos». Nunca se vio en un sindicato tanto fútbol, tanta natación, tanto deporte, tanta música, tanto cine, tanta efervescencia cultural… y por debajo de ella circulaba la política a la sordina. Una isla democrática en medio de un mar de oscuridad.