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«Ojalá hayamos aprendido mucho de lo que pasó y no vuelva a suceder»

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«Ojalá hayamos aprendido mucho de lo que pasó y no vuelva a suceder»

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Radio Camacuá continuó con el ciclo de entrevistas a 20 años de la crisis de 2002, esta vez con Laura Yáñez, integrante en 2002 del Consejo de Sector Financiero Privado presidido por Juan José Ramos, en el que actuó como secretaria.

Radio Camacuá —Cuando se cumplen aniversarios redondos se activan recuerdos y también relatos. Para nosotros era interesante no partir de 2002 sino conversar, y aprovechar que estamos en esta casa, para para hablar sobre el recorrido de AEBU previo a ese año; sobre la sensación de que algo iba a pasar, aunque no se sabía muy bien por dónde empezaría. Por ahí nos gustaría comenzar. Estabas en ese momento en el Consejo del Sector Financiero Privado de AEBU. 

Laura Yáñez —Exacto. Juanjo [Juan José Ramos] era el presidente y yo la secretaria en ese momento. Trabajé en el Banco Pan de Azúcar, que después se fusionó con el Banco de Crédito, y la década del 90 fue de muchísimo trabajo para nosotros porque el país empezó a entrar en una crisis importante y nosotros esperábamos que esa crisis tuviera una repercusión por el lado de las deudas de la gente. O sea, que las empresas no pudieran hacer frente a sus obligaciones porque el país estaba en una muy mala situación. Estaba muy dolarizada la economía, los préstamos se otorgaban en dólares, los controles del Banco Central eran muy malos (por lo menos no eran lo que debían haber sido, acorde a esa actividad), teníamos altísimos depósitos de no residentes. A su vez los bancos empezaron a abrir sus negocios. Empezaron a surgir las financieras que cumplían funciones de banca minorista, pero que sus trabajadores no pertenecían originariamente al sindicato y tampoco cobraban sueldos iguales a los bancarios. Allá salimos a organizarnos para poder integrar a esos trabajadores al gremio. En un congreso del sector financiero privado tomamos la decisión de que no éramos más, como se decía en aquel momento, banca privada, sino que éramos el sector financiero privado, que abarcaba a todos esos trabajadores que no estaban. 

Con aciertos y con algunos errores de quien comienza a transitar un camino diferente, conseguimos entrar en algunos lugares, en tarjetas de crédito, en fin, de cosas que estaban tercerizadas y al final logramos cobijar a esos trabajadores en el mismo gremio que estábamos nosotros. Digo con errores porque también los tuvimos y hay que reconocerlo. Y además las empresas fueron muy crueles en ese momento. Hubo trabajadoras —porque mayoritariamente eran mujeres— que fueron despedidas antes de poder entrar como sindicato al lugar. Entonces todo eso fue un proceso de marcha de aprendizaje en el camino, hasta que al final lo logramos. Recuerdo mucho la presentación del sindicato de OCA, que lo hicimos prácticamente en la clandestinidad, en plena democracia, hasta que logramos un número de afiliados que era tan importante que resultaba imposible que la empresa tomara una reacción. Y eso nos llevó mucho trabajo, nos requirió de un equipo grande de gente. Todo eso [fue] anterior a la crisis, pero ya veíamos que el sistema estaba como jaqueado. No jaqueado por el lado por el que terminó cayendo, pero si jaqueado por una situación económica y falta de controles que no nos hacían ver claro el futuro. Por eso fue que en 1999 se presentó el documento «El sistema financiero, un asunto de Estado» donde advertíamos y proponíamos. Creo que es importante y que no muchas veces se rescata la propuesta. Siempre se piensa más bien que los sindicatos están para quejarse o para reivindicar cosas propias, pero esto no. Esto era una propuesta en cuanto a la banca en general y cómo debía ser tomado el tema. Lamentablemente, cuando los no residentes del Banco de Galicia empezaron a querer retirar su dinero —eran fundamentalmente argentinos— el Estado dijo que no garantizaba esos depósitos, con lo cual la falta de confianza que había comenzado en 2001 en Argentina se traslada rápidamente al Uruguay y abarca los bancos privados y los bancos públicos también. La gente entró en pánico y es muy difícil hablar con la gente cuando está en pánico.

RC —Esto fue en enero, el quiebre del Banco de Galicia…

LY —Fue el primer síntoma de ese tipo de crisis. Porque habíamos vivido otras, como la de 1982, pero habían venido por otro lado distinto. Había igual cuatro bancos que gracias a esa falta de control, o situaciones especiales que se le daban a determinados bancos para sostenerse, que después terminó explotando porque ya no daba para más. Y fueron los bancos que cayeron en esa crisis. Es muy largo, y yo temo olvidar muchas cosas, porque hay que agradecer a tantos compañeros. Creo que si bien uno tiende a nombrar a Juanjo [Ramos], a Lalo [Fernández] y a [Ángel] Peñalosa como cabeza del sector (no quiero nombrar a nadie más porque seguramente me voy a olvidar de alguno y después me voy a arrepentir), hubo equipos muy importantes de gente trabajando acá en el sindicato y gente en los bancos coordinando las acciones. Hubo muchas discusiones —que también las agradezco— porque si bien nosotros teníamos que tomar decisiones también estábamos inmersos en el mismo naufragio. No es fácil tomar una decisión y decir ‘salimos todos con esto’ y todo bárbaro. Yo trabajé en el Banco de Crédito, me quedé sin trabajo en ese momento. Así como yo, miles. Y otros miles tampoco sabían dónde terminaba aquello. Y realmente yo quiero agradecerle a todos los compañeros que tuvieron la entereza con sus discrepancias, con nuestras discusiones, con todo, de poder ser parte de la salida. Ninguno trancaba. Si bien teníamos todos nuestros momentos y había mucha cosa en juego, en general, y mucha cosa en juego en tu casa, ¿no? O sea, llegabas a tu casa y seguías con el mismo problema: que perdías el trabajo, que no sabías qué iba a pasar. Y también la atención que yo creo que fue importante si bien yo creo que hubiera podido ser mejor si hubiéramos tenido más brazos, pero de alguna manera de ir a los otros sindicatos a explicar lo que estaba pasando. Porque si de algo éramos conscientes era de que una persona que nunca había pasado por la puerta de un banco se iba a quedar sin trabajo por la crisis. Entonces, de alguna manera había que explicarlo. La gente tenía que comprender, por más que sugestivamente sufriera, pero tenía que entender lo que estaba pasando. Y allá íbamos a magisterio, a este, al otro, a conversar con los compañeros sobre lo que estaba pasando y cómo se podía salir de esta situación. Yo agradezco a tantos que no los podría nombrar, porque para cada actividad tuvimos un equipo de lujo. Primero, para proponer el Nuevo Banco Comercial.

RC—Sobre eso quiero preguntarte. Sin duda hubo una articulación del sindicato en Montevideo, en el interior, a nivel del contacto con otros sindicatos en el PITCNT, con el Gobierno. Esas acciones que emprendió AEBU en un contexto de crisis, tareas clave que llevaron adelante esos equipos, al mismo tiempo de que tenían tres mil puestos de trabajo en juego, la construcción de una respuesta con los ahorristas… Son una serie de acciones que el sindicato emprendió de forma simultánea. ¿De qué manera se puede describir ese despliegue de AEBU en ese momento?

LY —Fue un momento muy traumático, pero fue un momento en el cual cada compañero sacó lo mejor que tenía para dar. La propuesta —que fue idea de un compañero pero que después se trabajó— del Nuevo Banco Comercial fue importantísima. Pero no solo importantísima porque había allí 800 trabajadores bancarios que iban a tener trabajo. Fue importantísima porque eran carteras y depósitos de gente que podía seguir operando. Porque el problema acá más grave fue el corte de la cadena de pago y el parate de todos los créditos que tenían esas empresas que no podían renovar. Entonces, las otras empresas que iban a tomar crédito ahí se encontraban un día con que se cortó todo. El Nuevo Banco Comercial tomó lo mejor de las carteras y los depósitos y armó un boniato, como dirían los chiquilines. La posibilidad de un nuevo banco que salvara esas carteras y por lo tanto esos puestos de trabajo, porque atrás de cada préstamo a una empresa hay trabajadores. A la vez ahorristas que pudieran volver a tener una relación normal con un banco nuevo. En la relación con los ahorristas —hubo una primera asamblea con ahorristas en la Intendencia [de Montevideo], donde había mucho nerviosismo— AEBU, creo que en buen camino, salió de su lugar de sindicato (digamos, defensor de sus condiciones de trabajo y su salario, que es su primer labor evidente). Y constatando que en realidad el sistema político no estaba dando suficientes señales de tranquilidad, sumó a eso. Salir a dar tranquilidad. Y creo que fue un operador muy importante. Al mismo tiempo, entre esas tantas cosas, los compañeros que quedaron en el Nuevo Banco Comercial donaron sus despidos para que se hiciera la bolsa [de trabajo] en AEBU y se les siguiera pagando —un mínimo, por supuesto, no era el mismo salario pero era un mínimo— a todos los que quedaban afuera. Eso requirió un equipo de gente trabajando en los números y manejando el dinero, que no es una pavada. Después la atención a los ahorristas, la atención entre nosotros mismos. Le pedimos a un grupo de psicólogos que nos ayudaran en esto y tuvimos instancias con todos los compañeros en el teatro, en reuniones chicas, para poder ayudar a procesar esa situación en lo que tiene que ver con lo personal, con la incertidumbre de cada familia que no sabía si el mes siguiente iba a poder pagar la luz. Eso también requirió un gran esfuerzo. [Asimismo] las entrevistas con el Parlamento, debería decir la relación con el Gobierno, que al principio de ese proceso se dio la caída de [Alberto] Bensión, de [César] Rodríguez Batlle. Después finalmente vino [Alejandro] Atchugarry, un hombre muy razonable en el sentido de que entendió que esto se llevaba puesto el país. Que no era una cuestión menor, era una cuestión del país y en ese sentido, con las discrepancias que tuvimos —y seguiríamos teniendo si estuviera acá—, en realidad entendió que debíamos sumar todos a un fin. Y fue el que pudo articular con nosotros. Todo el mundo sabe que AEBU tomó medidas gremiales que no eran tales, que eran acordadas para poder ver cómo íbamos llevando esa situación.

RC—Para no abrir los bancos y que se extendiera la corrida bancaria…

LY —Claro. Tomamos medidas absurdas, como decir que pagábamos hasta diez mil dólares. Eso no está dentro de nuestras potestades. Tú trabajás o estás de paro, pero no podés decidir lo que vas a hacer. En ese maremágnum de cosas todos teníamos que poner un poquito.

RC —Además, AEBU tenía datos que en principio el Banco Central no tenía, o no daba…

LY —No sé si no tenía o no daba. Nosotros teníamos el dato de cada sucursal de cada banco al final del día, del monto que se había retirado. Podíamos entonces ver si eso se agudizaba o si en algún momento empezaba a ralentizarse. Independientemente de que sin duda hubo personas muy, muy importantes como Juanjo Ramos —quien tomó personalmente un reconocimiento público, importantísimo, merecido—, también reivindico que hubo muchos equipos atrás apoyando todo esto. No era solo el que hablaba para la cámara o el que peleaba en una negociación, que tuvimos muchas; nos entreverábamos hasta nosotros mismos, y también Atchugarry se entreveraba, las reuniones eran hasta cualquier hora. Pero finalmente, agradezco que pudimos tener esos equipos y esos compañeros en los bancos que aun masticando bronca pudieron llevar a cabo las decisiones colectivas que tomamos siempre sin ningún problema. Sí se discutía mucho, pero una vez que se tomaba la decisión realmente fueron impecables, ayudaron mucho al país, no solo a AEBU. Pero hay algunos datos de esa cosa de salirte de tu lugar que a veces son anécdotas, pero que pintan también una realidad. A nosotros nos llamaban ahorristas y nos llamaban deudores: ‘A ver, ¿qué hago?’. […] Eras una especie de asesor, un todólogo.

RC —Había una crisis política, de confianza política…

LY —También.

RC —Las referencias políticas no podían o no querían dar información.

LY —No nos olvidemos que las referencias políticas están influidas también por otros sucesos que ocurren, como por ejemplo la posición del Fondo Monetario Internacional (FMI) de que Uruguay tenía que dar el default, a lo que nosotros nos opusimos y felizmente no ocurrió. Pero creo que si Uruguay hubiera dado el default las consecuencias hubieran sido mucho más trágicas. También eso estaba jugando a nivel político. Los partidos fueron bastante cautos; yo creo que no estuvieron a la altura de lo que estábamos pasando, de lo contrario no tenía sentido que AEBU tomara ese lugar y que ayudara a una crisis de confianza desde ese lugar, ¿no? Yo creo que no se estuvo a la altura, fundamentalmente el Partido Colorado tuvo que ver con esto. El Partido Nacional también porque no nos olvidemos de que el tema del secreto bancario y todo eso viene desde la época de [Luis Alberto] Lacalle Herrera y esta concepción de plaza financiera y que estaba todo dolarizado… Este es un criterio para los bancos, pero ese criterio demostró que no podía responder. Porque además cuando estás operando con una moneda que no es de tu curso legal, ni emitís, ni podés controlar, es obvio que cualquier barquinazo se te va de las manos. No le pasa lo mismo a Estados Unidos con el dólar. Yo creo que del sistema político ahí faltó estatura, haciendo excepción de Atchugarry y un grupo de gente que lo acompañó y que realmente me parece que entendieron lo que se estaba jugando.

RC —Laura, para finalizar, te quiero dar el espacio para que recuerdes alguna situación más, algún intercambio, ya sea en los pasillos de AEBU o en alguna de las instancias en las que estuvieron en las calles, con otros sindicatos, con otras organizaciones, donde hubo también una gran articulación, que pueda describir un poco esta locura de la que hablabas más temprano.

LY —Sí, yo recuerdo no haber sido consciente de eso, porque cuando uno tiene un problema muy grande generalmente le viene como que hay que ir para adelante y ya… Estábamos almorzando y uno de los psicólogos que no estaban dando una mano me dijo ‘¿ustedes se dan cuenta lo locos que están?’ Porque era un chiste atrás del otro, un chiste atrás del otro. Era como una defensa, había que estar arriba, arriba, y no dejarnos caer. Cada uno además del tsunami que estaba viviendo el país, teníamos en nuestras familias, en nuestros conocidos, en nuestros amigos, el reflejo de todo eso que estaba pasando que fue horrendo para el país. Recuerdo también a la gente que estaba en el mostrador en los bancos, sobre todo en los bancos gestionados, en los bancos que cerraron después, el soporte del reclamo del ahorrista más el empresario que tenía una unidad de negocio, que podía ser grande o chica, que venía a renovar un crédito y que había que decirle que no. Los dos furiosos, ¿no? Había compañeras que terminaban llorando del estrés de pasar toda la tarde ahí. Daban ganas de decirle [a los usuarios de los bancos] ‘¿Por qué no hablan entre ustedes y se ponen de acuerdo? Si uno se quiere llevar toda la plata yo no le puedo renovar al otro, ¿no?’ En ese sentido se puso mucho, desde esa cuestión y se puso mucho desde las tripas, desde lo afectivo, desde soportar una situación que era adversa, más que adversa, y tener que dar explicaciones cuando uno no siempre la tenía. En ese sentido también estoy muy agradecida a toda la gente que tuvo que enfrentar eso y lo hizo. Es muy largo el tema, pero ni que hablar de que en el correr de esos meses también ocurrió la estafa de los hermanos Röhm y Peirano, Banco Comercial y Banco Montevideo, que también condujo a enturbiar más ese proceso. Recuerdo que un compañero que estaba en ese momento contaba que ‘una vez un alcalde en Suecia robó y salió un ministro que dijo que el Estado sueco no iba a perder dinero. Así que de ahora en más se pondría un impuesto tal’. Pero en el impuesto decía el nombre de la persona que había hecho la estafa y nosotros jorobábamos que acá tenían que venir los recibos con los nombres de los Röhm y de los Peirano, para que no nos olvidemos nunca más de esos nombres. Aunque creo que si bien fueron los ejecutores de las maniobras, también lo hicieron al amparo de una regulación que era muy laxa.

RC —Por acción o por omisión…

LY —Por acción o por omisión creo que fue un esquema, un enfoque del sistema financiero que no fue conveniente y quedó demostrado. Independientemente de la corrida, yo creo que no hay vacuna para eso, cuando empieza a ocurrir rápidamente se extiende. Pero sí para todo lo demás que sostiene eso, que ya venía en crisis. En fin, ojalá hayamos aprendido mucho de lo que pasó y no vuelva pasar; porque hoy estamos en otro tipo de crisis, pero también es una crisis. Y hay que tener en cuenta cuáles son las cosas importantes, cuáles son las transitoriamente importantes y cuáles son las que se pueden cambiar en una negociación. Creo que el país está primero.

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