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Inflación porfiada y salarios retrasados

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Inflación porfiada y salarios retrasados

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El Gobierno no ha podido cumplir con su anunciada intención de bajar la inflación y esta —unida a una rebaja salarial, tampoco adelantada previamente— ha impactado en especial sobre los hogares de menores ingresos.

Un hecho unánimemente aceptado en la economía es que a mayor riqueza se gasta relativamente menos en el consumo y se reserva una porción mayor para el ahorro. En cambio, entre los asalariados y trabajadores independientes la situación es distinta, y a medida que estudiamos a los sectores en orden decreciente, en materia de ingresos apreciamos que en cada escalón es menos lo que se ahorra, hasta llegar a un grupo que gasta más de lo que tiene y se endeuda.

En el reciente informe de la Comisión Técnica Asesora de AEBU (CTA) comentado días atrás, se divide en quintiles a los hogares uruguayos agrupándolos según su nivel de ingresos. Mediante este recurso los técnicos de AEBU concluyen que «los hogares del 20 % más pobre de la población (primer quintil) tienen un ingreso que no les alcanza para cubrir todo su consumo mensual, gastan el 108 % de lo que les ingresa, es decir que requieren algún tipo de endeudamiento o apoyo». Esos hogares se ven afectados «muy fuertemente por la inflación» y «no tienen capacidad de maniobra».

En la otra punta, «los hogares del 20 % más rico de la población gastan poco más del 70 % de sus ingresos en su consumo mensual, por lo que esa capacidad de ahorro les permite enfrentar mejor el aumento de precios». Con la política del gobierno —de ajuste salarial en base a niveles de inflación menores a los que se dan en la realidad— esa situación implica un impacto mucho más severo sobre los hogares de menores recursos.

La CTA dividió a nuestros hogares en quintiles y los clasificó en el siguiente cuadro:

Ingreso y consumo

Los hogares del 20 % más pobre de la población (primer quintil) tienen un ingreso que no les alcanza para cubrir todo su consumo mensual; gastan el 108 % de lo que les ingresa, es decir que requieren algún tipo de endeudamiento o apoyo. Esos hogares se ven afectados muy fuertemente por la inflación, no tienen capacidad de maniobra. En cambio, los hogares del 20 % más rico de la población gastan poco más del 70 % de sus ingresos en su consumo mensual, por lo que esa capacidad de ahorro les permite enfrentar mejor el aumento de precios.

Salarios siempre corren detrás

La política salarial del Gobierno ha determinado una pérdida constante de capacidad de compra por parte de los sectores de ingresos fijos. Si comparamos, a partir de julio de 2020, la evolución del Índice de Precios al Consumo (IPC) con los salarios, veremos que estos vienen siempre perdiendo pie detrás de la inflación y ello queda claramente representado en el siguiente gráfico elaborado por la CTA.

Ingreso y consumo

El resultado de este proceso lo explican con claridad los economistas asesores de AEBU: «La pauta que define los ajustes de salarios de públicos y privados está atada a la inflación proyectada por el Gobierno. Pero el costo de la vida aumenta más rápido de lo previsto sin que se aplique correctivos a las diferencias generadas, y esto se traduce en una aceleración y acumulación creciente de la pérdida de poder de compra». Para poner un solo ejemplo: esto es lo que ha sucedido durante 2021 con los trabajadores de los bancos oficiales.

La política salarial ha provocado un deterioro importante del Índice Medio de  Salarios (IMS), trasladado luego globalmente a las jubilaciones, que también pierden capacidad de consumo. Al mismo tiempo, los ajustes de la Base de Prestaciones Contributivas (BPC) hacen que las transferencias sociales también sean menores, mientras se incrementa el peso del Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF) y el Impuesto a la Asistencia de la Seguridad Social (IASS).

El camino hacia la prometida recuperación salarial al final del período se ve cada vez menos claro. Mientras tanto la mayoría de la población acumula meses de pérdida de ingresos.