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«No es dictadura»

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«No es dictadura»

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Cuando resurgen los defensores de la dictadura, en un nuevo aniversario de la huelga general de 1973 debemos expresar con la mayor energía nuestro rechazo a toda forma de autoritarismo.

EDITORIAL 

Con ese ingenioso título el semanario Marcha daba cuenta de los sucesos de aquel 27 de junio de 1973, para así eludir la prohibición que los dictadores imponían. Era el inicio de una larga noche cuando el presidente Juan María Bordaberry, apoyado en las Fuerzas Armadas, decretaba la disolución del Parlamento y la instalación de un Consejo de Estado. 

Los sectores más reaccionarios del Ejército imponían su hegemonía luego de haber desplazado a los militares comprometidos con la defensa de la Constitución. Paralelamente, los partidos tradicionales se dividían entre los defensores de las libertades y las instituciones y quienes respaldaban el golpe de Estado. 

En el Senado de la República esa noche resonaron desafiantes y comprometidas las voces de Wilson Ferreira, Amílcar Vasconcellos y Enrique Rodríguez, entre otros, para declararle batalla decidida y constante a la dictadura. 

La eventualidad de la ruptura institucional era un suceso previsible para el movimiento sindical, porque la amenaza de golpe de Estado se venía manejando desde varios años antes. Se daban para ello condiciones internacionales, como la instalación de la dictadura en Brasil y la política de los Estados Unidos para la región. Por otra parte, en nuestro país recrudecía el conflicto social y se estrechaba la alianza entre las agremiaciones empresariales y los sectores más reaccionarios. Todo ello, sumados los avances en materia de limitación a las libertades desarrollados por el Poder Ejecutivo, conformaba un escenario más que propicio para su gestación. 

Sobre estas bases existía una fuerte convicción en las organizaciones sociales y políticas: se avanzaba rápidamente hacia la instalación de un régimen autoritario en el país. 

Ya al mediodía de esa jornada la dirección de la CNT tenía la confirmación de que se producía el golpe de Estado. Se alertó entonces de forma inmediata a los sindicatos y por la noche, en la Federación del Vidrio, se reunió la dirección de la central para anunciar públicamente la respuesta al golpe. La medida aprobada años antes y refrendada por varios congresos consistía en convocar a todo el pueblo uruguayo a la huelga general, con ocupación de los lugares de trabajo y de los centros de estudio. 

Durante quince días los trabajadores llevaron adelante una de las más firmes y prolongadas acciones de masas contra una dictadura desarrolladas en el mundo. No fue una simple convocatoria ni una consigna. Fue una resolución ampliamente discutida y consensuada, que contó con el respaldo y compromiso total de la clase trabajadora organizada. Una respuesta inmediata, de una firmeza y adhesión inigualables y un compromiso enorme con la libertad y la democracia. 

Cientos de miles de trabajadores arriesgaron sus empleos, su seguridad y hasta sus vidas en reclamo del respeto de las instituciones, el funcionamiento del Parlamento, de los sindicatos y los partidos políticos, de la libertad de prensa y de los derechos humanos.

La madurez del movimiento sindical se puso de manifiesto en toda su dimensión, tanto en la respuesta de masas que significó la huelga general, como en su levantamiento sin fracturas resuelto cuando la medida comenzaba a debilitarse. Esta madurez también se evidenció en los años posteriores, en su lucha constante por unir todas las fuerzas democráticas hasta vencer al régimen. La huelga general fue el fruto de un proceso de evolución, de construcción de un movimiento sindical unido y comprometido con el país, dispuesto a ofrecer todo su sacrificio a favor de la democracia y la libertad.

Recordar esta fecha, es darle un lugar en la memoria a una etapa del Uruguay en la cual los derechos humanos fueron violados y las instituciones usurpadas. Tiempos en los que el Estado impuso el terror, la persecución ideológica y la represión sobre toda la sociedad. Una etapa que requiere ser recordada para nunca más repetirla.

Muy especialmente en estos días, en que los opresores de antaño levantan su voz para justificar sus crímenes y aberraciones, bajo la mirada cómplice de algunos beneficiarios del régimen, se hace imprescindible que todos los actores comprometidos con la democracia y las instituciones expresen con claridad su rechazo a toda forma de autoritarismo.

La conmemoración de esta fecha reafirma principios y valores que hacen a nuestra esencia como clase trabajadora, como la defensa irrestricta de la libertad, los derechos humanos y la democracia. 

Y también, es parte del contenido de esta recordación enfatizar el valor trascendente de la organización, del debate, de la búsqueda de consensos y —por encima de todo— de la construcción de la unidad. Este fue el valor que permitió al movimiento sindical superar la mayor adversidad y constituirse en uno de los pilares fundamentales de la defensa de nuestro pueblo.